Y fue como sacar la cabeza del agua y por fin respirar, una grande y fresca bocanada de aire puro. Sentí de nuevo mi sonrisa dibujarse en mis labios, sus labios. Sentí su aliento recorrer mi espalda, su espalda. Me sentí y la sentí a ella, cerca, suave, dulce, como sus caricias…
Y fue como creer encontrar el final del camino, y en ese «último» paso, descubrir que hay una parada más allá, que hay que seguir caminando, pero que en ese nuevo camino tienes una leve brisa empujándote, despacio, pero continuadamente. Esa comodidad que te impulsa a dar un paso más hacia adelante. Esa complicidad familiar que sientes cuando estás a gusto contigo mismo.
Y fue conocerla, ver su boca, la sonrisa de sus ojos, sentir su piel enrojecerse cuando la rozaba con la yema de mis dedos, suave…sintiéndola, casi obligándola a sonreír mientras mis labios llamaban a gritos a sus labios, sintiéndose reclusos de su saliva. Sus manos me agarraban, y sentí su cuerpo parte de cada una de mis vértebras, la sentí mía.
Y fue como un juego, jugando a distraerse, pero siendo conscientes de cada uno de los detalles, retrocediendo un paso cada vez que avanzabas dos,haciendo que sea el otro al que le toque mover y ponérselo difícil, simular distante cuanto más cerca deseabas estar. Y de nuevo, volví a sentirme presa de sus pensamientos, de sus silencios, presa de sus besos, de sus deseos, y yo no deseaba huir.
Y fue, fue como ella quiso ser, fue elegante, fue atractiva, fue inteligente, lo suficiente como para dejar fluir el momento y la improvisación, pero fluir dentro de su cauce sin salpicar siquiera. Fue divertida, fue sensual, fue confiada, fue abierta, pero lo justo como para atrapar un misterio dentro y hacerme esclavo. Fue racional, fue loca, fue mía.