Cicatrices por mis ganas de verte

Una historia real.

Yo, que confundo imposibles con para siempres
y que acostumbro a escribir a deshoras
sin música de fondo, huyendo, tropezando,
y perdiendo contra tu recuerdo.
Todavía te busco, allí, y vago durante horas
por si…
y si…

Creo, que sentí un calor de verano al verte la primera vez.
Y no recuerdo exactamente si lo era, pero te vi.
Patinando, en Samil, en la pista azul.

Como el pájaro de Bukowski

Claro que era verano, por supuesto que lo era.
y pasaste tantas veces por delante de mi,
que puedo decirte mintiendo hasta el número incontable
de veces que tu sonrisa avergonzó a la mía.
Llevabas un short deportivo rosa, y camiseta negra.
Usabas freno, rodilleras, coderas, muñequeras y casco, oscuros. (Parecías un armadillo)
Y una mirada tímida, que se apartaba antes de tropezar con la mía.

Yo, casi desnudo,
pantalón corto,
camiseta sin mangas,
una gorra,
música,
y mi piel con cicatrices.

Y tú tan perfecta.
Tan cuidada.

Tan frágil, que quité mi banda sonora, para intentar oírte, y tu voz me trajo un sabor parecido al tacto de las teclas gastadas de un piano tocando, no mi canción favorita, sino, una que no había escuchado nunca. Y que creí que no volvería a escuchar.

Lo estabas intentando, y lo hacías genial. Recuerdo tu patinar, que aunque distaba de ser perfecto, era bonito, y me enjaulé en aquella pista contigo durante el tiempo que el destino decidiera regalarme. Acercándome cada vez buscando ser parte de tu baile.

-Deberías quitarte el freno, te está molestando más de lo que te ayuda- Te dije – y respondiste un – Me da miedo.-

Y quizá pensaste que hablaba de los patines.

Me marché, o te marchaste, sin despedimos, no te dejaste un hasta luego olvidado, ni tu nombre arañado en el suelo. Ni las instrucciones para deshacer el nudo que dejaste en mi garganta. Y yo, esa noche, me cené las ganas de verte de nuevo, y acompañándolas me bebí las 17 maneras distintas en las que pude haberte hablado. Todavía no llegaban las perseidas y te busqué durante cielos para pedir 5 minutos más en aquella pista azul como deseo. Fuiste mi resaca más larga.

Creo, que jamás reconoceré los kilómetros que hice cada día buscándote. Daba igual la hora, o que llegase cansado de trabajar. Nadie sabrá que iba en patines al trabajo para ,al terminar, ponérmelos, y buscarte, esperando tropezar de bruces otra vez con esa sonrisa.

Si alguna vez nos vemos, si coincidimos, si volvemos a ser noche de verano, busca en mis tobillos las cicatrices que dejaron mis ganas de verte, siguen aquí, y son el tatuaje que más me gusta.

Y te encontré.

Y no lo viste, pero me emocioné tanto, que salté del paseo a la pista, y al entrar, tropecé con la barandilla cayendo de espaldas, menuda hostia.

Y menudo temblor en las rodillas mientras pasaba mi mirada por la pista sin saber si habías venido sola. Crucé los dedos, y patinamos.

Ese día pasaron horas, se fue marchando la gente, fue llegando gente nueva, y tú y yo, factor común. No sabíamos que estábamos ya en nuestra primera cita.

Orbitábamos.

Fuimos una estrella binaria, aunque en aquel momento no conocía la temperatura que alcanzaría tu cuerpo después colapsando bajo el mio. Ni el fuego que vi en tu Iris por sucumbir a las ganas mayúsculas de morderte la boca.

Orbitamos, y siendo factor común dibujamos nuestra ecuación en el suelo sucediendo a Fibonacci. Fuiste arte. Y no conocía todavía tus gemidos.

He olvidado el número de veces que te vi marchar, a beber, parándome el corazón, la respiración, y el pestañeo. Me vi mudo cuando te ibas. Y a mi voz de auxilio, acudió un ángel.

No me iba a atrever a hablarte, pero pasé cerca, y en ese momento un conocido entró a la pista, hablé con él durante minutos, a tres metros de ti. Y ahí, nuestras miradas se hicieron íntimas, nunca vi a nadie tardar tanto en quitarse las protecciones y los patines, como tardaste tú aquel día. Hasta estirabas, estirabas tanto, que llevaste el patinaje dominguero a la altura de un deporte de élite, supongo que debo darte las gracias.

-Sigues sin quitarle el freno – Me atreví a decirte.

Y hablamos durante horas, te volviste a colocar los patines, saliste conmigo de la jaula, dejando en mi coche el casco. Aunque mentiría si dijera que no te quedaba bien. Ninguno de los dos quería marcharse, pero empezó a hacerse tarde. Y nos despedimos.

Reímos, y nos despedimos de nuevo. Y luego un whatsapp. Y nos dimos las buenas noches.

Nos dimos las buenas noches,
porque las ganas de vernos,
ganaron a las ganas de dormir,
Y el insomnio fue derrotado por los besos en el cuello.

Orbitamos.
Hasta corrernos juntos.
Dando fin a la ecuación.
Resultando en lineas paralelas al eje X
Resultando… sin solución.

Has sido mi mejor imposible
Mi resaca favorita.
2 cicatrices.
Y sigo haciendo cientos de kilómetros
con la esperanza de cruzarme contigo.

No era el momento.




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