El placer de una lágrima

No soporta el dolor de mirarse al espejo, le avergonzaba mirarse, le comía por dentro la desesperación, el odio hacia si mismo y no aguantaba su propia mirada. Huía del espejo, huía del agua, del cristal, de la cercanía de cualquier persona, huía de cualquier cosa que pudiera devolverle su reflejo.

  Se acercaba el final, se acercaba el momento de despedirse, el momento en el que iba a librar al mundo de su presencia. ¿ Cómo lo iba a hacer? Lo pensó cientos de veces, no quería dejar huellas, no quería dejar rastro ninguno, necesitaba no molestar a nadie, librar a la humanidad de la carga que él creyó suponer desde pequeño. Su existencia se basaba en vivir en la sombra sin resaltar en nada, sin que nadie se fijara en él.

  Lo iba a hacer así, era la manera correcta. Así sería perfecto y nadie ni nadie sabría como ha sido, nadie se daría cuenta de que se había ido. Nada cambiaría.

Una lágrima recorrió su mejilla, y tras sonreír una última vez, tras notar y gozar del placer de su lágrima recorriendo su cuerpo…se fue.

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