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Capítulo octavo.
Me descalcé al entrar en casa, siempre me gustó caminar descalzo y sentir el tacto del suelo en los pies, la tarima estaba templada. Me senté frente al ordenador y mientras se encendía me perdí en la textura de mi alfombra gris. Tuve que prestar atención extra para poner la contraseña, que ya me había costado varios intentos y no atinaba a escribirla bien.
Pensé.
Me levanté y fui a la cocina a preparar café.
Y volví a sentarme frente al ordenador con una taza de café humeante entre las manos. Solo, sin azucar. Era una taza roja con forma de corazón que en sus orígenes contenía dentro un pequeño tarro de miel, un regalo. No recuerdo de quién, o quizá sí. No lo sé.
El sueño hace estragos e intento concentrarme, necesito encontrarla, recuperar el libro, verla, ver el libro, a ella. Y no sé ni por dónde ni como empezar, bueno, sé su nombre. ¿No? ¡Ah! El número de vuelo, acababa en veintrés. Ni siquiera sé cual fue su asiento original. ¿Qué podría hacer? Tengo amigos que trabajan como piloto, de Iberia, creo. ¿Tendrán contactos dispuestos a saltarse la ley de protección de datos? ¿Podrían conseguirme los apellidos?
Escribí a Manuel, Lito. el «no» ya lo tenía.
¿Podría mandar un email a la aerolinea diciendo que tengo algún objeto suyo y que se pongan en contacto, o la pongan en contacto conmigo? ¿Y si hay dos pasajeras que se llaman igual? Bueno, la probabilidad de eso es muy baja. ¡Quién sabe! Así a todo, dudo mucho que la aerolinea se preste a eso. Ni siquiera contestarán a mi email.
Escribí a vueling.
Lo sé, lo sé. «La magia de internet» debería publicar en instagram, hacer un hilo en twitter, digo: «x», y dejar que internet haga su magia. ¿Llegaría a leerlo ella? La probabilidad existe.
Joder, lo publicaría hasta en las esquelas del periódico, en mil anuncios, en forocoches o en dejaquetecuente.es si con eso consigo volver a verla.
Abrí wordpress, entrada nueva.
«Título» ponía, y comencé a escribir … «Sólo tiene que salir bien una vez«
Pasaron las horas, seguía sin noticias de Flora. Eso es bueno. ¿No? Vi al sol esconderse tímidamente desde la terraza. Ya podía distinguir Venus en el cielo, y me senté a observar el espectáculo.
No sé si lo sabes, pero Galicia en invierno, los días despejados, regala unos anocheceres de colores rojos, naranjas, rosas y amarillos que no envidian nada a las auroras boreales, el cielo se convierte en un auténtico lienzo donde el viento dibuja con las nubes.
Conocía a John William Strutt por estudios sobre el argón. También conocido como Lord Rayleigh fue el primero en explicar ese fenómeno, la dispersión de Rayleigh, aunque deberíamos llamarlo mejor esparcimiento, es la principal razón de que el cielo se vea azul, pero cuando anochece, la luz del sol tiene que recorrer más distancia y esto hace que longitudes de onda cortas como el azul se dispersen y se mantengan más las longitudes de ondas largas, como el rojo.
Mientras trataba de recordar por qué sabía eso, terminó de esconderse el sol, volví a entrar al piso, cerré la puerta corredera de la terraza, y, tumbado en el sofá, desbloqueé el teléfono móvil. Tenía un whattsapp.
– SOCORRO – Ponía el mensaje en mayúsculas, con muchos signos de admiración y emojis de todo tipo.
Era un mensaje de un amigo. Rubén.
Rubén es ese amigo que todos tenemos, que conocemos de toda la vida, que no sabemos ni siquiera por qué nos cae bien, pero que lo queremos por encima de todo.
– ¿Qué pasó? – Respondí. Conociendo a Rubén, me contaría que hay mucha gente en la cola del super, que había comprado demasiados tomates, o que ha salido en bicicleta y que ya no puede con el culo. Todos tenemos un amigo así.
Sin hacerle mucho caso, decidí abrir la bandeja de correo, para ver si tenía contestación de Vueling y mis pupilas se dilataron cuando de hecho, la tenía. Abrí corriendo el email, sólo para desilusionarme tras unos segundos al ver que sólo se trataba de una respuesta automática y que mi email encontraría respuesta entre 48 y 72h después.
Lito todavía no había leído mi mensaje, y Rubén se encontraba grabando un audio para enviarme.
Esperé.
Llegó el mensaje de Rubén, con voz grave, actuada.
Necesito refuerzos, me encuentro en situación de pseudo-secuestro por un grupo de una veintena de personas de entre 25 y 40 años. La situación se presenta como «un coñazo» no conozco a nadie.
Amenazan con sacar juegos de mesa, repito, juegos de mesa. A primera vista disponen de suficientes reservas de alcohol, he divisado cuerpos militares armados de niños de entre 3 y 6 años aproximadamente. La situación es crítica.
Solicito apoyo.
Hay donuts de chocolate.
Todavía no he terminado de escuchar su mensaje cuando pude observar que se encontraba grabando otro. Que no tardó en llegar. Está vez era una mujer que intentaba, entre risas, también poner voz grave.
Hola
Tenemos a Rubén. Si sigue las indicaciones no le ocurrirá nada.
A continuación le expondremos nuestras peticiones, aconsejamos que las apunte en un papel.
Petición número uno:
Venga a hacer compañía a Rubén.
No hay más peticiones.
Hágame caso y no habrá consecuencias. Además, estoy de cumpleaños.
Me sonaba esa voz, pero no pude identificar de qué, por lo fingido del tono.
Todavía no había contestado al mensaje cuando me llegó una foto. Era un donut de chocolate con un cuchillo amenazando con cortarlo.
-Lo que no me pase a mi… – Me dije en voz alta. Me apetecía ver a Rubén, pero me encontraba muy cansado, tendría que coger el coche, era de noche, no había dormido, tenía que encontrar el libro… pensé en una excusa y comencé a escribir.
Sin excusas.
Ven.
Te va a gustar esta gente.
No me dió tiempo a enviar cuando ese mensaje de Rubén me había convencido. Ahora mismo no podía hacer nada, sólo esperar, y al menos, así me distraía un poco.
Ubicación
Rubén estaba un paso por delante de mi. – Voy – escribí.
Me di una ducha rápida, me vestí, y bajé al garaje. Antes de perder la cobertura en el ascensor escribí – Saliendo – y abrí la ubicación, era en Samil, a 5 minutos nada más.
Al llegar, me encontré en el jardín a unos niños jugando con unas raquetas. Cuando me acerqué un poco más me di cuenta que uno de esos niños era Rubén. Saludé con un abrazo.
-Tengo algo que contarte – Le dije
-¿Tema serio?
-Tema serio
-¿Mazo serio?
-¡Mazo serio!
-¿Super mazo serio?
-Rubén. ¡Aterriza! – Se rió cuando se lo dije.
-Espera, que te presento a la chica del cumpleaños, la líder del secuestro. – Me puse un poco nervioso, yo estaba ahí de rebote. Vi como Rubén entró a la casa.
-¡Ahora vengo! No escapes.
Saqué el teléfono móvil del bolsillo para ver si la estrategia de las redes sociales había conseguido algún fruto. Nada. Cuando lo iba a guardar vi encenderse la pantalla de nuevo, y sonó el tono de llamada.
Era Flora.
Escribí un whatsapp rápido a Rubén: – Tengo que marchar, lo siento, ya te contaré.
Marché corriendo al hospital.