Ella.
No sé en qué exacto momento ha dejado de ser ella.
Pero a veces, en la soledad de mi cuarto, cuando suena una canción desafortunada, siento la herida que causan las brasas de las cenizas de las mariposas que revoloteaban con ansia durante los seiscientos que conduje en dirección a ella.
Ella.
La última estrella que tocaron mis manos se secó mientras entre trago y beso yo brindaba por ella.
¿La echo de menos? Me pregunto a veces.
No.
No era ella. No lo era. Pero ella era especial.
Es especial.
Porque hay personas por las que vale la pena derretirte.
Y te llevan a vivir del cuento.
23.
Volvería a verla, volvería a verte, a vernos, a empapar las sabanas, empañar las ventanas y a herirnos los labios en una guerra de besos.
Brindo por lo aprendido.
¡