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Capítulo duodécimo.
Mientras sacaba el coche del garaje llamé al hospital para poder averiguar algo de Edelmiro. Después de hablar con varias personas de diferentes extensiones y unos minutos que me parecieron eternos lo único que conseguí es saber que vuelve a estar sedado.
Aparqué el coche y caminé lo más rápido que pude hacia la puerta de urgencias, la privación de sueño de los últimos dos días comenzaba a pesarme sobre las piernas, notaba un ardor en ellas a cada paso que daba, y me dolía el hecho de mantenerme de pié. Crucé varias frases en el mostrador y me senté a esperar en la sala de espera.
Ojeé el móvil y busqué novedades. El hilo en twitter comenzó a hacerse viral, y varias eran las personas que se habían dado por aludidas, pero, al tampoco tener mensajes privados y tras ver la biografía de las cuentas que lo hacían, supe que no eran nada más que los habituales trols que habitan las redes. Tenía mensajes en whatsapp sin leer. – Los de Rubén – Pensé. Me dispuse a escucharlos, pero cuando abrí la aplicación vi que la notificación hacía referencia a otra persona. Lito. Piloto de Iberia.
¡Hola! Perdona, he estado fuera unos días y no había podido leer tu mensaje. Acabo de llamar a un compañero que trabaja en Vueling desde hace unos años y va conseguirme la lista de pasajeros de ese vuelo, pero que esto quede entre nosotros, ya sabes. Por cierto, a ver cuando nos vemos y hacemos unas lubinas, tengo la parrilla sin estrenar.
Un café no habría tenido tanto efecto sobre mi como lo tuvo ese mensaje. Iba a conseguirme la lista de pasajeros, y con eso uno de mis problemas iba a quedar solucionado. Me levanté para escuchar los audios de Rubén, supongo que es un toc lo de echar a caminar cada vez que acerco el teléfono a la oreja.
– Familiares de Flora? – Dijo una voz femenina a mis espaldas, en la puerta de la sala de esperas.
Guardé el teléfono enseguida y deshice lo caminado para acercarme a ella.
– Yo, dígame. ¿Cómo está? – Pregunté casi sin recuperar el aliento de los pasos acelerados.
– No lo sabemos todavía, el pulso es muy débil, sufre una intoxicación por benzodiacepinas, no sabemos si ha ingerido también otros medicamentos. Tendrá que quedar en observación, de momento su estado es estable como sabemos como evolucionará, estos casos son delicados. – Miró hacia el suelo unos segundos y volvió a levantar la vista hacia mi.
-¿Cuando podremos saber más? – Pregunté.
-No te puedo dar una respuesta exacta, pero yo que usted no esperaría noticias hasta pasada esta noche. – Sus palabras parecían honestas maquilladas con un tono de compasión y empatía.
El horario de visitas en la UCI ya había terminado, pero me atreví a aventurarme hasta la habitación de Edelmiro. Fui interceptado cuando apenas me quedaban unos metros, pero me acompañaron unos segundos a verlo. Estaba dormido, intubado, y a mi parecer con un tono demasiado blanco.
-Mejor que esté dormido – Pensé. Me di cuenta de que, mire por donde mire, no pintaba absolutamente nada en el hospital, debía esperar. Me iría para casa.
Conduje prestando la máxima atención que pude debido al cansancio y al dolor de cabeza. No me encontraba nada bien, necesitaba desconectar, darle un respiro al cuerpo y sobretodo, a la mente.
Cerré la puerta del piso, ya comenzaba a acostumbrarme al sentimiento de aislamiento que producía en mi el ruido de la puerta al cerrarse. Dejé las llaves del coche y cartera en el cesto que tengo en el mueble del recibidor, y al palparme los bolsillos en busca de más objetos me di cuenta de que, al darle al técnico sanitario la caja de pastillas. Un blister de ellas se había quedado en mi bolsillo. Mientras las llevaba en la mano caminé hasta el cuarto de baño y acabé de desnudarme.
Me di una ducha rápida con agua fría y me metí en cama. Dormir se había convertido en una urgencia. Cerré la persiana, la puerta y me sometí al abrazo de la oscuridad absoluta.
Pasaban los minutos y en mi cabeza bailaban pensamientos, uno tras otro, y el sueño seguía sin aparecer. No encontraba postura, nervioso e incómodo decidí coger el teléfono y poner algún podcast que me ayudara a distraerme y al fin, dormirme. Al palpar a ciegas sobre la mesilla de noche lo primero que encontraron mis dedos fue el blister de pastillas que había venido conmigo. Seguí hasta encontrar el teléfono móvil y googlee.
Dormodor se utiliza para los trastornos en el ritmo del sueño y para todas las formas de insomnio, especialmente cuando existen dificultades para conciliar el sueño.
Jugué con el blister en la mano durante un par de minutos, hasta que tomé la decisión. Si no conseguía dormir, necesitaba inducirme el sueño. Tragué una pastilla.
Pasaron los minutos y no notaba nada. Estaba terminando un episodio de Historia de National Geographic y solo se habían producido en mi un par de bostezos. Encendí de nuevo el móvil con la intención de encontrar otro podcast y evadirme, volví a ver la notificación de los audios de whatsapp de Rubén. Abrí la aplicación y le di al play para que los audios sonasen uno tras otro.
¿Todo bien? ¿Me preocupo? ¿No será otra de tus bombas de humo? Tu antes molabas. Escucha, ahora en serio. Le he hablado de ti a esta chica, ha flipado con las cosas que haces, dale una oportunidad, es buena chica, y tú también, lo mereces, llevas años haciendo el gilipollas.
Eyyyy. Creo que la he cagado, bueno, no sé, le he enseñado la foto que nos sacamos en A Coruña cuando cruzamos nadando el Orzán. Que el neopreno te disimula las chichas, ya sabes. Le ha cambiado la cara al momento, creo que te conoce, o algo. Igual le has parecido muy feo.
Los audios se reproducían uno tras otro, noté que me se me iba la cabeza.
-¿Le has dado?
-Sí, si, está grabando. Saluda. ¿O te da vergüenza?
-Em… Hola, esposo mio.
Me sumergí en el sueño, mientras desaparecía totalmente mi consciencia.