Quizá sea la última vez que te escribo.

Ya no queda magia en el tintero.

Y se me cierra el estómago apretando todavía más el nudo de mi garganta al sentir el grito sordo del papel al ser arañado por la punta muerta de mi bolígrafo que da sus últimos estertores dibujando palabras a medias.

Quizá sea la última vez que te escribo.

Se extinguió el fuego de la ducha, de los besos, de la yema de mis dedos conduciendo sin mirar sobre tu piel, jugando al atropello de tus lunares. Se escapó por el desagüe con la última remesa de burbujas de jabón.

Y están huyendo de nosotros las perseidas.

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