Quizá.
Yo.
Que me inmolo de noche cazado por el insomnio,
como presa que intentó ser esquiva
sin éxito.
Hoy.
Te Me escribo mientras amanece.
Nublado.
Gris.
Huyendo de las sábanas.
Frías.
Mientras suena «Grey room«
¿Y qué voy a hacer?
Si ya me río de mi suerte, me apeno y desilusiono más cada vez.
Esta, es una de esas canciones que duelen, con desgarradores acordes, y letras afiladas que rompen la rima, la prosa, el alma, y la puñalada duele muy dentro.
«Well, I’ve been here before
Sat on a floor in a grey, grey room
Where I stay in all day, I don’t eat
But I play with this grey, grey food»
Comienzo a pensar, que cada vez que vuelvo a escribir, pierdo más sentido.
Divago.
Y tiro hacia adelante sin saber qué estoy escribiendo, o qué escribiré después.
Y borro, borro mucho.
Ya no le doy vueltas a las frases, no busco lo bonito, olvido la metáfora, y me recreo en la metástasis del dolor que llevo dentro.
Y es que:
Joder.
No escribo.
Sangro.
Y tú eras magia.
Volviéndome anoche niño de nuevo.
Para después ser tú quien me desveló el secreto de los reyes magos.
Comenzando diciembre.
Mientras escribía yo mi carta.
Dónde lo único que pedía.
Eras
TÚ
Have I still got you
To be my open door?
Have I still got you
To be my sandy shore?
Supongo que no.
Todo por el miedo.
Por el miedo de ir a todo o nada.
Y ganar el todo.
Todo, porque sientes que no lo mereces.
Todo, porque prefieres estar a medias.
Todo.
Por cobarde.
Y ahora nada.
Volvemos a empezar.
Porque solo tiene que salir bien una vez.
Lo seguiré intentando.
Solo tiene que salir bien una vez.
Solo una vez.
No tengo miedo.
Bailaré sobre el precipicio.