Sin asiento asignado

– Muchas gracias
-Buen viaje – Respondió, al mismo tiempo que me dedicó una sonrisa.

Miró el billete y se dio cuenta de que aún faltaba casi una hora para que su autobús partiese de aquella ciudad. Miró a la gente, todos extraños y raramente familiares, rostros sin nada en especial en lo que detenerse. Un pequeño cartel a su derecha llamó su atención, era una pequeña cafetería con sólo 2 mesas y dos jóvenes viajeros en la barra charlaban animadamente teniendo sus mochilas a sus pies. Por un momento los envidió.

– Buenos días – Saludó – Ponme una botella de agua cuando puedas. Por favor.

Miró a los dos jóvenes y estos le saludaron con una sonrisa, y un «Buenos días» bien pronunciado pero con un ligero acento exótico. Escogió la mesa más alejada de la puerta, y se sentó de espaldas a esta. Su equipaje era ligero, no llevaba absolutamente nada. Después de que el camarero le llevara lo que había pedido, pegó un trago, que más que saciar su sed la idea era simplemente mojar los labios que tenía secos. Miró en una esquina de la barra un ejemplar de la revista «Nature» y se levantó a por ella.

Un artículo llamó su atención, y absorto en se sobresaltó cuando se dio cuenta de que le estaban hablando.

– Hola ¿ Te importa si me siento contigo? – Dijo una mujer morena de un precioso y larguísimo pelo rizo, con unas facciones muy expresivas, un vestir muy elegante, y llevaba una curiosa pulsera que no iba nada acorde con su vestimenta
– Un viaje. ¿No? – Respondió el señalando a la pulsera de una forma familiar que no ofendió a la mujer.
– Es una larga historia, la compré en una feria simplemente porque me gustaba, sí, sé que no combina con nada, pero no importa. ¿Te importa sí…? – Y tras recibir como respuesta un ademán amistoso que la invitaba a acompañarlo, se sentó enfrente de él.

Al rato el camarero le sirvió también una botella de agua. Justo en ese momento él levantó la cabeza para decir algo… pero en el momento se arrepintió y sólo dibujó una sonrisa.

– Bueno, no soy la única que bebe agua – Dijo ella brindando con la botella sobre la de él, de una manera muy divertida.
-Touché – Y volvió a quedarse distraído en la revista.

Dos veces intentó ella entablar conversión sin éxito ninguno con ese familiar extraño. Eso le intrigó, y se dio cuenta de que sistemáticamente, cada 5 minutos el miraba el reloj, nervioso por la hora. La aparente indiferencia de aquel hombre hacia ella le parecía algo muy raro, que la hizo quedarse pensativa unos minutos.

Faltaban diez minutos para que el bus saliera de la estación. Calmadamente se levantó y se inclinó un poco hacia ella.

-Vamos, quedan 5 minutos, no querrás que perdamos el bus ¿verdad?
-¿Cómo…? -Tu billete, cuando el camarero te sirvió apartaste la mano con la que sujetabas tu carpeta con el billete encima,y esta entró en mi ángulo de visión, mi curiosidad hizo el resto. Venga, te ayudo con la maleta
-No hace falta, pero gracias. -Insisto – Y alargó el brazo sujetando la maleta de un formo firme, pero no intimidatorio, y la mujer, respondiendo con una sonrisa tímida, dejó que así fuera. – Es por allí.

Llegaron y tras dejar la maleta en el maletero del autobús, se despidieron cortésmente deseándose buen viaje.

– Eres muy amable. ¿Al llegar si coincidimos tomamos un agua? – Se arriesgó ella.
-Aún no sé a dónde voy.
-Yo tampoco.
-Un agua pues. Entra, no me gustan las colas, esperaré a entrar de último.

Y vio como ella desaparecía entra el tumulto de gente nerviosa. Esperó a que todo el mundo entrara, y cuando ya iban a cerrar la puerta, entró él, con un aire de magnificencia espléndido, como aquel que entra en un pabellón repleto de gente con ganas de comerse el mundo. Algunos ojos lo miraron, otros mostraron indiferencia… Miró su billete y allí ponía. «Sin asiento asignado» – Muy bien – Pensó – A ver quien me toca al lado. Caminó por el pasillo, y encontró el único hueco libre que había.

-Hola de nuevo – Sonrió la simpática mujer
-¿Cómo…? -Como sabía que ibas a entrar de último, dije que estaba reservado. No quería que se me sentara al lado ningún extraño.
-Eres muy amable, pero sigo siendo un extraño.
-Un extraño curioso que ayuda a una mujer a la que acaba de conocer y sólo conoce que también bebe agua.
-Supongo que eso me hace ser menos extraño que el resto.

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