– Todo o nada – Me dijo.
No como amenaza, sino, como disculpa. Culpaba a mis ganas de un nosotros, a mi deseo de abrazarme a ella, a convertirla en mi refugio, mi escudo y mi lanza. Me culpaba de exigir un todo.
O convertirlo en nada.
Cuando yo era inmensamente feliz con nuestros seis segundos.
Sólo 6 segundos.
Su presencia, su olor, el tacto de sus manos, su sonrisa. La de su mirada, la de su boca, la amenaza de unos incisivos que ojalá dejasen marca en mis labios por un sempiterno, y el universo bailando en su pupila regalándome una supernova.
Seis.
El contacto, ese primer contacto, el inicio de cada vez un nuevo primer beso que, en vez de saciar, exageraba el hambre de su boca y la relatividad del tiempo palpitando entre los dos.
Cinco
El tacto de su lengua templada abrazando con pasión la mía acompañando la gravedad que pretendía fusionar nuestros cuerpos mientras, sin querer, olvidaba el peso de la vida.
Cuatro.
Apagón.
Tres
El momento.
La oscuridad ante la luz, el silencio en el ruido, el momento.
El momento, la magia, la eternidad en cada latido, el alivio, el bálsamo, el descanso.
Dos
Ella. Solo ella.
Yo desaparecía en ese instante, mi propio yo, mi ego, mi ser.
Ella, y yo era suyo.
Uno
Oxitocina.
Cero
Su presencia, su olor, el tacto de sus manos, su sonrisa. La de su mirada, la de su boca, la amenaza de unos incisivos que ojalá dejasen marca en mis labios por un sempiterno, y el universo bailando en su pupila regalándome una supernova.
No, no sé enfrentarme al océano mojándome solo los pies.
Todo o nada.
Todo, o nada.
Blanco, o negro.
Pero son incalculables los diferentes tonos de blanco y de negro que existen. Sin hablar de los grises.
La realidad, es que aprendí con ella que yo no buscaba un todo. Buscaba un azul, un verde, un magenta, un plúmbago, un nattier.
La banda sonora había comenzado a sonar a un «me da igual, pero contigo« y creo, que en el baile bajo la lluvia y el arcoíris perdí las palabras y no me supe explicar. Esas palabras cicatrizadas para siempre en mi piel para evitar así que el oleaje desdibuje la arena dejando sólo una experiencia efímera en el tiempo.
Fue, por buscarle el sentido: La mentira más real de mi vida. El sueño, el futuro convertido en ella.
6 segundos. Sólo necesité 6 segundos para saberlo.
Hubiera sido de ella, me hubiera casado con ella, hubiera creado vida con ella, criado y cuidado esa vida.
Caminaría de su mano porque ahí es donde quería estar. Hasta dar mi vida.
Enfrentándome al mar cada día, en sus calmas, y tempestades.
Pero a ella no le gustaba mojarse.
Y yo, necesito sumergirme en el mar.