Me quiere

Tras un largo suspiro abrí la puerta, noté miradas curiosas puestas en mi sin una intención fija. Una pareja jugueteaba con sus manos encima de la mesa, entrelazando los dedos y hablándose casi en susurros. Un hombre trajeado ojeaba una revista mientras echaba vistazos rápidos al reloj y dos amigos desayunaban sin mediar palabra. Sería el ambiente normal de una cafetería si no fuera por el hecho de que hoy quedaría con ella.

Miré al camarero que me recibió con una sonrisa, y con gestos le hice entender que me iba a sentar, al igual que aquel hombre trajeado, dirigí mi nerviosa mirada al reloj, aún faltaban diez minutos y al atenderme el camarero le pedí que también me trajera alguna prensa del día. Mi mente se perdió totalmente en un artículo puramente trivial sólo por el afán de que ese tiempo pasara lo antes posible, leía sin atender, sin entender, sólo pasaba la vista por encima de frases y letras que en aquel momento carecían de sentido. Se abrió varias veces la puerta, acogiendo en la cafetería a personas que a juzgar por su comportamiento debían ser habituales. Pasaba el tiempo y no llegaba… empecé a ponerme nervioso pensando que quizá todo fuera un juego, que no hubiese sido algo real, y temí que aquel día mis sueños se disiparan.

Llegó la hora, y allí estaba yo, completamente solo, mis nervios se habían templado y había perdido toda esperanza, en aquel momento un ruido llamó mi atención y giré la cabeza, la pareja estaba discutiendo y sin querer habían volcado un vaso lo cual causó un escándalo al impactar contra el suelo. Busqué al hombre de traje y se había ido, busqué a los amigos que desayunaban, y hablaban animadamente con una persona más que se les había sumado.

Todo había cambiado, todo salvo mi situación. Me levanté dejando el dinero sobre la mesa, y me dispuse a salir del local»


«Bajé del taxi nerviosa, aún así, contenta, hoy iba a verle y nada podía empañar mi alegría, él había conseguido sólo con su cariño y con sus palabras que me sintiese la mujer más afortunada del mundo. En sólo una semana mi vida cambió totalmente, hoy era otra mujer, volvía a sonreír al levantarme por la mañana, todo por él. Mi vida se había vuelto algo insoportable, parecía que la felicidad me esquivaba, y sin embargo ahí me encontraba, delante de la cafetería esperando a verle.

La película de ayer me había hecho pasar una noche terrible, soñando con cada una de sus palabras, me sentí como en aquella escena de Notting Hill, en la que nerviosa, Julia Roberts le decía a Hugh Grant: «Sólo soy una chica delante de un chico pidiendo que la quiera» En ese momento tuve miedo de qué el no apareciera, pero allí de pie, plantada en el lugar exacto en el que me había dejado el taxista, lo vi, vi como decidido se dirigía a la puerta de la cafetería, extendía una mano, y en el momento antes de abrirla se paraba un momento a coger aire.

Pasó todo rapidísimo por mi cabeza, cada una de las conversaciones, cada una de sus sonrisas, cada una de la veces que hizo que me pusiera roja, cada momento que compartimos y supe que era él. Él era el hombre con el que yo quería pasar mi vida. Miré como no dejaba de ojear el reloj cada pocos segundos, miré como se movía intranquilo sobre silla y sin darme cuenta pasaron los minutos y allí seguía yo, plantada sin decidirme a empezar una nueva vida con él.

Vi como se levantaba y se dirigía hacia la puerta, miré el reloj, y había pasado una eternidad, se habían esfumado los minutos mirándole, evaporados, uno a uno cada uno de ellos, perdí el tiempo, y de pronto tuve miedo, miedo de haberlo perdido, miedo de haberlo decepcionado, y no lo pensé, corrí hacia la puerta justo en el momento en el que él la iba a abrir y frené contra su cuerpo, nos miramos»


«-Estás aquí – Dijeron al mismo tiempo sin apartar la mirada uno del otro

-¿Dónde iba a estar entonces? Pensé que ya no vendrías, tuve miedo. – Dijo él

– David…

-En serio, tuve miedo de que hubieras desaparecido, de que te hubieras echado atrás, miedo a que escaparas… – Dijo David recobrando la compostura

-David… – Insistió

-Dios, no puedes ni imaginar la angustia que me has hecho sentir.

-¡DAVID! TE QUIERO

-… – La miró a los ojos sin saber que decir, incluso sintió el impulso de querer apartar la vista.

-He estado de pié, fuera, mirándote, se me ha ido el tiempo volando, y es por eso que me acabo de dar cuenta de que quiero pasar cada uno de mis segundos contigo. – Dijo a la vez que se enrojecían sus mejillas.

-No sé que decir.

-Sigues aquí. – Y le cogió la mano

-Te prometí que no iba a huir.

-Te quiero – Dijeron de nuevo al unísono, susurrándose mientras se acercaban.

Y David avanzó despacio a sus labios para dejarse llevar por un beso, en aquella puerta, de aquella cafetería, en la que acababa de empezar su vida juntos. – Me quiere – Pensaron a la vez, y se esfumaron todos sus miedos»

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