Las alas del despertar

Recorrí aquel pasillo veloz, nervioso, el corazón me empujaba en esa dirección y cegado por la luz de su recuerdo no lo pensé dos veces. Pasé por el detector de metales, casi corriendo, mientras la seguridad levantaba sus ojos hacia mi, recelosos.

Me encontré con miradas perdidas, con caras tristes, pero sin embargo yo estaba ansioso. Me puse a la cola mientras no paraba de darle vueltas a la cabeza y al pequeño papel que tenía entre las manos. Por fin aquella muchedumbre avanzó y llegué al túnel de embarque. Una sonrisa educada me deseó buen viaje y me dirigí al asiento.

Miré por la ventana, sin saber por qué, pero tenía la mirada fija en un punto de aquellas montañas, tras las cuales se escondía mi gran pasión…el gran azul. Y tras el aviso de que íbamos a despegar, di un respiro, e intenté mantener mi mente ocupada durante todo el viaje, que se hizo eterno.

Llegué por fin… ahí estaba otra vez, no había rosa, no había chica, no había besos…no había maletas. Pero tenía delante de mi la posibilidad de reinventarme, de enmendar mis errores. ¡Me sentía bien! No esperaba nada, sólo volver a disfrutar de esos vagones de metro y de tren, volver a recorrer por calles, parques…sin rumbo fijo, pasando las horas ocupado mientras esperaba en cualquier esquina encontrarte. Al final lo hice, en mi recuerdo, y mi recuerdo esa noche acompañó a la luna

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