Relatividad

La tenue luz que atravesaba el pequeño hueco expuesto entre la persiana y las cortinas comenzaba a dibujar formas abstractas sobre nosotros. Se tornó un juego, como quién da forma a la nubes, el ver como a medida que amanecía esa luz trepaba por su cuerpo desnudo.

No sé cuantos fueron los minutos que me detuve observando como la luz creía hacia ella, como atraída por su gravedad. Recordé Interestellar, y Hans Zimmer dió banda sonora a mis latidos.

Se me escapó una risa. — Relatividad — Pensé.

Joder, en ese momento el único testigo del tiempo era la sombra huyendo cada más de sus labios, dejando paso al calor de nuestra estrella, que me enseñaba lo que era la poesía sin siquiera escribir un verso.

Y la besé.

Me sentí príncipe por primera vez en mucho tiempo, cuando, todavía dormida empezaron a bailar sus labios con los mios.

Despacio.

Muy lento.

Sus manos, acariciándome, erizáron hasta el último centímetro de piel también desnuda. Entonces me volví un mero espectador de como las mias comenzaban a descender por su cuerpo y mis dedos descubrían la historia en braille escondida en sus costillas.

Respirábamos tan unidos, que las moléculas de oxígeno que habían hecho turismo por la galaxia alveolar de sus pulmones eran los que ahora recorrían los mios llenándome de vida.

Sus labios, entreabiertos, abrazaban los mios y juro que para mi, esa ola, era surfear un horizonte de eventos.

Una ligera brisa empujó las cortinas iluminándolo todo y al espectáculo se unió su mordisco en mis labios, su pupila en mis iris, y la sonrisa más sincera que había visto hasta ese momento en el planeta. Aquella orquesta formó un muro de sonido y tuve que pestañear dos veces hasta que entendí la frase que salió de sus labios.

– Hoy soñé que me mordía la lengua una ardilla — Volvió a moderme el labio, mientras yo, poniéndome en la situación de aquella ardilla, estoy seguro de que hubiera hecho lo mismo —

No podía esconder mi sonrisa, lo sabíamos. Y la suya se unió al baile.

Y ese curioso «buenos días»

A día de hoy.

Insuperable.

… Ardillas, el universo en una cáscara de nuez.

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