Todavía no me recompongo.
Ni con el agua caliente de la ducha.
Normal.
A mi.
Que soy de mar.
Han pasado ya unas horas, pero chica,
mi corazón se ha saltado un latido para acompasar al tuyo.
Y es qué … la vi.
Soy yo.
Ese con quién cruzaste la mirada.
Rota.
Mientras me quitaba los patines.
Entero, creía.
Hasta que la vi.
Esa mirada triste.
Directa al horizonte.
Y un suspiro,
Que,
buscaba el mar con ganas de dormir en sus olas.
Paz.
Fue magnético. Volví a buscar tu mirada…
la tapó una de tus manos.
pero,
la vi.
¡La vi! Y no quiero que vuelva a ocurrir.
Por favor.
Se deslizó por tu mejilla izquierda mientras agachabas la cabeza.
Sola.
Lejos de las olas del mar.
Una lágrima.
Y la apartaste con tu mano.
Ahí se perdió mi latido,
que todavía no ha vuelto,
sigue allí,
una sístole sin diástole
sujeto al valor que tampoco tuve,
de acercarme a tu Peugeot gris
tocar la ventanilla y susurrar un:
– Estás bien? –
Cobarde
– Chica desconocida de jersey gris clarito, o blanco.-
Soy malísimo para los colores.
Así que busqué tu mirada rota,
para que supieras que yo estaba ahí,
Cómplice.
Te hubiese sacado la lengua, o,
sonreído, o te hubiera dicho:
-Todo va a estar bien-
Supongo, que no encontré el valor.
Por miedo a que te asustases.
No supe que hacer, pero…
No me podía ir.
Busqué en el coche sugus.
A mi un sugus siempre me alegra el día.
Pero soy un gocho y me había comido todos.
El de piña no.
No tenía, así que salí, y cabizbajo me senté en el banco ese de piedra, roto y mojado.
El banco.
Yo sólo roto.
Y de ver al capó de tu coche,
sin levantar la mirada,
fingiendo ver el móvil,
pude,
haber memorizado tu matrícula.
Por si al salir le dabas un golpe al mío. ¬¬
Te vi salir del coche y sentarte las escaleras.
Con tu chaqueta de piel, negra.
Y me sentí mal por estar ahí viéndote, hipnotizado.
Me puse los patines de nuevo con intención de ir al Mc Donalds a por dos conos de helado.
¿A quién no le gustan los conos de helado?
Mientras pensaba qué…
Me iba a comer yo los dos, porque no me atrevería a dártelo.
Pero bueno, que todos los males sean esos.
Te levantaste, volviste al coche, y te fuiste.
Y yo no hice absolutamente nada.
Así que ahora me siento una auténtica mierda.
Y es qué … Hay historias bonitas que jamás empiezan.
Y que sin inicio, terminan antes del anochecer.
Porque nos da miedo que un -¿Estás bien?- Pueda sentar mal.
Perdóname, por no atreverme a darle un final distinto a tu día.
Pero creeme, estoy contigo.
Desconocida de Samil.
Y oye, si lees esto… ¿Te gustan los sugus de piña? ¿Los conos de helado del McDonalds? ¿Estás bien?
<3