Todo empezó con un adiós, o cinco.

¿Te acuerdas?

Sin saberlo fue nuestra primera cita.

Decenas de personas parecían orbitar
entre nosotros y no te había visto, hasta
que te vi.

Fueron tus ojos, adornados con tu sonrisa
y los pequeños pasos saltarines con los
que avanzabas hacia mi, y aun no lo
sabía.

Te despediste de mi.

Te seguí con la mirada y vi como
buscabas excusas para volver a
acercarte, y me encantó verte regresar.

Otra vez, te despediste de mi.

De nuevo, jugaste con el tiempo, y sin
esperármelo encontré una tercera vez tu
sonrisa.

– Ahora si que me voy – Y tu voz quedó
gravada a fuego en mi mente.

Ya no quedaba nadie, y viendo como te
marchabas continué con mis tareas.
¿Qué estaba pasando? Levanté la cabeza
para verte marchar y volviste a hacerlo.
Estabas a lo lejos mirándome y tu mano
dibujó un hasta pronto.

Sonreí.

Y mientras sonreía por recordar a esa
pequeña mujer saltarina… escuché unos
pasos rápidos a lo lejos. Y mi corazón se
saltó un latido.

Tú, de nuevo.

Y yo, sin saberlo, ya era tuyo.

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