Cinco minutos más.

5 minutos más.

5 minutos más a veces son suficientes, cuando algo nos gusta, cuando disfrutamos, cuando reímos, siempre queremos 5 minutos más, cuando dormimos… 5 minutos más. Con un frío que hiela, calientes bajo la ducha… 5 minutos más.

-Ya, y luego vas a querer otros 5 minutos.

-Sí

Esta noche he sido feliz durante muchísimos 5 minutos, las horas pasaban lentas, y mis minutos pasaban lo suficientemente despacio como para permitirme darles un pequeño mordisco y saborear, dulces en mi paladar, tus segundos.

Dormías. – ¡Vaya cosa! ¿Eh? –

Y yo,
despierto a oscuras,
con los ojos abiertos.
Ahí.
Tuyo.

Pasando nuestra última noche
obligándome a no dormir.
Porque sí,
quería 5 minutos más,
y luego otros cinco.

Ver despertar el día,
con su luz entrando por la persiana
me cerró el estómago.

Aprendí que el albor puede doler.
Y que preferiría cortarme con el filo de un cuchillo.

No sé cuantos latidos se pudo saltar mi corazón,
cuando,
cada 5 minutos,
te miraba dormida pensando:
“Eres jodidamente preciosa”

Tuve que aguantar las lágrimas cuando de pronto se abrieron tus ojos azules y tus labios secos me regalaron el que será el último beso.

5 minutos más.

Y mi mayor regalo fue el verte desnuda, caminando hacia la ducha, pidiéndome que me duchase contigo.

Fue la última vez que te vi.

Gracias por tantos 5 minutos.

Te esperaré 5 minutos más.

Deja una respuesta